La calidad de la asistencia sanitaria
La prestigiosa revista médica Lancet publicaba hace unas semanas un artículo (Autores múltiples. Measuring performance on the Healthcare Access and
Quality Index for 195 countries and territories and selected
subnational locations: a systematic analysis from the Global
Burden of Disease Study 2016, Lancet 2018; 391: 2236–71) en el que se evaluaba la calidad y accesibilidad de la asistencia sanitaria en 195 países del mundo en el periodo 2000-2016 y la evolución de estos mismos índices de salud desde 1990. El estudio muestra una gran cantidad de datos y un análisis muy detallado de los mismos pero en relación a lo que a nosotros, los españoles, nos interesa es que según los criterios de calidad y de accesibilidad, España ocupa el lugar 19 de los 195, puesto que no está mal en términos absolutos, pero que es horrible si se tiene en consideración que en otras evaluaciones previas realizadas hasta el año 2000 estábamos por debajo del puesto número 10, es decir, en unos pocos años hemos empeorado muchísimo.
¿A qué se deben estos cambios? Es difícil decirlo y es probable que tengan múltiples causas pero puesto que los efectos sobre la calidad de los sistemas sanitarios suelen observarse con una latencia de varios años después de que ocurran los cambios que los producen -la cirrosis hepática no se presenta 15 minutos después de tomarse la primera copa de vino- es razonable pensar que las mejores calificaciones de nuestro sistema antes del año 2000 se deben a la aprobación de la ley general de Sanidad en 1986, que permitió ofrecer una asistencia sanitaria universal y gratuita, y que los retrocesos observados en el año 2016 se deben a los recortes sanitarios practicados a partir de 2011.
¿Cual es la relación existente entre gasto sanitario y calidad asistencial? El estudio del Lancet muestra que la correlación es bastante buena con una r=0,94. Es decir, los países que más gastan en Sanidad suelen ofrecer una sanidad de mejor calidad. Pero la relación entre ambos elementos no explica todo. Hay otros factores que juegan un papel importante en la calidad asistencial. Investigarlos y modificarlos a nuestro favor puede ser importante y mas fácil de manipular que elevar el presupuesto.
Es evidente que este estudio puede sugerir que la actuación de los partidos políticos que han tenido responsabilidades sanitarias a nivel estatal y autonómico produce efectos muy importantes con resultados muy diferentes en función de la actuación de esos partidos. Sin embargo, resultaría peligroso utilizar los datos de este estudio para la lucha partidista. Sería preferible asumir la gravedad del problema y proponer un pacto de estado para la sanidad con objeto de revertir la tendencia observada en los últimos años.
Aunque sea difícil, aumentar el presupuesto sanitario es absolutamente necesario. Es imposible mantener a largo plazo un sistema sanitario de calidad con el presupuesto que se le dedica. De manera excepcional se han conseguido resultados muy buenos con presupuestos bajos gracias a a) los bajos sueldos del personal sanitario, y b) la asunción del cuidado de los pacientes crónicos. Estos dos elementos, sin embargo, no son asumibles a largo plazo.
Otros elementos imprescindibles para mejorar la calidad son: 1. Recuperar, con independencia de mejorar los salarios, el altruismo y la autoestima de los profesionales; 2. Mejorar la educación sanitaria de toda la población, con programas diferenciados de formación para diversos sectores sociales; 3. Optimizar la gestión, prescindiendo de criterios políticos y eligiendo la rentabilidad. 4. Establecer prioridades, optando por aquellos programas que mas incidencia social y mayor eficacia tienen. 4. Mejorar el gasto farmacéutico, etc.
¿A qué se deben estos cambios? Es difícil decirlo y es probable que tengan múltiples causas pero puesto que los efectos sobre la calidad de los sistemas sanitarios suelen observarse con una latencia de varios años después de que ocurran los cambios que los producen -la cirrosis hepática no se presenta 15 minutos después de tomarse la primera copa de vino- es razonable pensar que las mejores calificaciones de nuestro sistema antes del año 2000 se deben a la aprobación de la ley general de Sanidad en 1986, que permitió ofrecer una asistencia sanitaria universal y gratuita, y que los retrocesos observados en el año 2016 se deben a los recortes sanitarios practicados a partir de 2011.
¿Cual es la relación existente entre gasto sanitario y calidad asistencial? El estudio del Lancet muestra que la correlación es bastante buena con una r=0,94. Es decir, los países que más gastan en Sanidad suelen ofrecer una sanidad de mejor calidad. Pero la relación entre ambos elementos no explica todo. Hay otros factores que juegan un papel importante en la calidad asistencial. Investigarlos y modificarlos a nuestro favor puede ser importante y mas fácil de manipular que elevar el presupuesto.
Es evidente que este estudio puede sugerir que la actuación de los partidos políticos que han tenido responsabilidades sanitarias a nivel estatal y autonómico produce efectos muy importantes con resultados muy diferentes en función de la actuación de esos partidos. Sin embargo, resultaría peligroso utilizar los datos de este estudio para la lucha partidista. Sería preferible asumir la gravedad del problema y proponer un pacto de estado para la sanidad con objeto de revertir la tendencia observada en los últimos años.
Aunque sea difícil, aumentar el presupuesto sanitario es absolutamente necesario. Es imposible mantener a largo plazo un sistema sanitario de calidad con el presupuesto que se le dedica. De manera excepcional se han conseguido resultados muy buenos con presupuestos bajos gracias a a) los bajos sueldos del personal sanitario, y b) la asunción del cuidado de los pacientes crónicos. Estos dos elementos, sin embargo, no son asumibles a largo plazo.
Otros elementos imprescindibles para mejorar la calidad son: 1. Recuperar, con independencia de mejorar los salarios, el altruismo y la autoestima de los profesionales; 2. Mejorar la educación sanitaria de toda la población, con programas diferenciados de formación para diversos sectores sociales; 3. Optimizar la gestión, prescindiendo de criterios políticos y eligiendo la rentabilidad. 4. Establecer prioridades, optando por aquellos programas que mas incidencia social y mayor eficacia tienen. 4. Mejorar el gasto farmacéutico, etc.
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